Déjame que guarde en mi pupila cada mirada furtiva que piensas que no veo.
Déjame que grabe en mis oidos la risa que te arranco aunque no quieras.
Déjame que retenga en mi nariz el olor de tu cuello, que tiene exactamente el hueco a mi cabeza.
Déjame que en mis manos quede a fuego el tacto de las tuyas.
Déjame saborear cada instante a solas.
Déjame.
Déjate.