Me gustaría decir que todas y cada una de las cosas que hago las hago a conciencia y siendo consciente de cada una de las consecuencias. Pero no es así. Soy imperfecta. Inconsciente. Impaciente. Insoportable. Infantil. Inútil. Inarreglable.
Inigual.





2 de septiembre de 2015

Hiel.

Si las miradas matasen yo ya estaría muerta. Muerta de frio. Muerta de indiferencia. Muerta por falta de intensidad. Me miras y veo que en tu mirada no hay nada, nada de todo lo que hay en la mia. A veces, dentro de mi exagerada inocencia con respecto a ti, creo que puedo ver una chispa dentro del abismo que separa tu cuerpo del mio. A veces incluso me creo que puedas tener algo del torbellino de ilusion que tengo cada vez que nos cruzamos, envuelto en capas de indiferencia tan finas que siento que con un leve pestañeo tuyo podrían romperse e irse todo al traste. Y apareces en mi horizonte, caminando de la mano con ella y mi mundo se desmorona como si estuviese hecho de migas de pan. Pero sigo estando ahí, reconstruyendo ese mundo cada vez que llega a mis oidos un murmullo de que has preguntado por mi. Es un circulo vicioso en el que me matas y me resucitas cinco segundos después. Y yo, como la tonta que soy, lo disfruto como si mi vida dependiera de ello. Como si mi vida dependiera de ti y de tu mirada.